EMCCRoom
FOAMed. Eduación médica. Emergencias. Cuidados Críticos
miércoles, 5 de abril de 2017
martes, 4 de abril de 2017
domingo, 29 de enero de 2017
martes, 12 de julio de 2016
jueves, 2 de junio de 2016
lunes, 2 de mayo de 2016
lunes, 25 de abril de 2016
CUANDO CUIDAR NO ES FACIL
Soy enfermera
de Cuidados Intensivos desde hace casi tres décadas. En mi trabajo, día a día
me enfrento a la enfermedad y a la muerte de forma habitual; debo ser objetiva
y eficaz en mi trabajo, manteniendo el tipo en situaciones complicadas que
suponen una carga emocional importante.
Me pregunto por qué sigo allí en momentos en los que mi
ánimo decae, cuando me cuesta coger el coche para ir a mi hospital, o cuando
después de una jornada difícil y terminar mi turno no sé si mi paciente estará
cuando vuelva.
Desde que terminé casi solo he estado en Cuidados Intensivos,
aquí encontré apoyo profesional, personal, me siento respetada, querida y a
veces también impotente y frustrada.
Una parte importante de mi vida discurre entre
habitaciones, monitores, respiradores, sueros, medicamentos y en estos últimos
años ordenadores para registro de mis
actividades que no reflejan en la mayoría de los casos lo que realmente hago en
mi jornada y que tengo la sensación que me quitan tiempo de estar a pie de
cama, pero lo que no está escrito no está hecho. Eso me dicen……
Mis
compañeros y amigos me respetan en mis
días tristes y oscuros, me hacen bajar
la voz cuando me río con bromas que hago a los pacientes y a ellos, soy algo
escandalosa lo reconozco, muchos me han acompañado en mi boda, mis embarazos y
partos, estuvieron conmigo cuando mi padre falleció en la UCI, cuando estuve
ingresada en la unidad como paciente, creo que he vivido desde todos los puntos
de vista posibles lo que es una UCI como profesional, como paciente, como
familiar.
Es frecuente escuchar quejas de los familiares y de los
mismos pacientes acerca de la atención de enfermería y solemos escuchar como un
eco…”las enfermeras con el tiempo se vuelven insensibles ante el dolor, la
enfermedad, la muerte”. Nada más lejos de la realidad.
Entendamos lo
que “no reclama” el paciente: cuando nuestros pacientes no encuentran en
nuestro cuidado calidez y sensibilidad humana se sienten traicionados…y ocurre
que el acercamiento a la enfermedad genera emociones y sentimientos de difícil
manejo no sólo en los pacientes sino también en los profesionales sanitarios.
Comprender cómo siente un paciente que atraviesa por un
dolor físico o del alma sigue generando en mí inquietud e impotencia a pesar de
haber pasado por ello. Me imagino que me hace pensar y considerar mi propia
mortalidad aumentando mis propios temores sobre la enfermedad, el dolor y el
mismo sufrimiento, y a veces debo poner una barrera emocional para poder ser
objetiva en mi trabajo, encontrar el equilibrio es muy difícil.
Me preguntan
mis compañeros siendo yo unas de las
veteranas en la unidad ahora ¿qué entiendes por humanizar los cuidados
intensivos?……
Me quedo
parada, no podría definirlo con palabras,
no me lo había planteado, ¡abarca tantas cosas para mí!. No es algo nuevo que
ahora aparece en las redes sociales, ha sido siempre una realidad oculta y que
sale a la luz por el testimonio de personas que han pasado por esta vivencia,
pero para el personal sanitario es el día a día.
La mayoría de
nuestros pacientes no recuerdan su paso por la UCI a corto plazo y los que la
recuerdan no tienen punto medio, o es la peor experiencia de su vida o se
sienten profundamente agradecidos por
ayudarles a superarlo tanto a ellos como a sus familias.
Para mi es
algo que aprendí cuando llegue a la UCI del Hospital General de Albacete de mis
compañeras de aquel entonces sobre 1988 y he querido trasmitir ese HACER a
todas las generaciones que han pasado por aquí y ¿cómo no? aprender de ellas también.
Para todo
paciente que ingresa en UCI es una experiencia única, nueva y a veces
terrorífica en la que se enfrenta a una limitación sensorial y afectiva (la
familia no puede estar con ellos), se acompaña de falta de sueño, la terapéutica
técnica (que es algunas veces agresiva, dolorosa e invasiva) es necesaria, se
pierde privacidad, la movilidad del cuerpo o parte de él está disminuida y
además le conectamos a un aparataje desconocido con una serie de alarmas que
suenan en el momento más inoportuno. Si a todo esto se le une la escasa
visibilidad que te da una lámpara en el techo justo encima de los ojos que se
enciende como mínimo cada hora, cuatro paredes que no tienen tus cuadros de la
Universidad Popular ni la foto de la boda de tus hijos, ni la de tus nietos
vestidos de manchegos, ni la tuya…Ruidos extraños de respiradores , voces de
desconocidos que te dicen “esté tranquilo,”
psicología inversa pues tiene efecto contrario, “no se mueva” o bien ”no
se toque…!!!” o “eso no se lo quite…!!!”,y tú
piensas “ si me está picando esta pegatina…” Lo que pica se quita y el
cable es algo que va pegado y que desencadena un ruido de duración variable e
intensidad que te atrona los oídos y te
arrepientes de haberlo despegado algo tarde. Descrito así, podría parecer la
Unidad de Cuidados Intensivos la casa de los terrores. El objetivo de estas
líneas es desmitificar esta frialdad y dar a conocer mi Unidad a través de mi
experiencia como enfermera, familiar y
paciente que en su día fui.
Les sorprendería
ver cómo el trato de todo el personal de
la Unidad se adapta a cada situación y a cada paciente junto a su cama, intentando
transmitir en situaciones de amenaza vital la seguridad que necesita.
Es cierto que
muchos de nuestros pacientes permanecen dormidos por las necesidades y
características de su propia patología, pero siempre que se dispone de tiempo y
su situación clínica lo permite, aprovechamos para hablar con ellos mientras
los aseamos, les cambiamos las sábanas, les realizamos curas o les revisamos la
piel para prevenir la aparición de lesiones, les miramos detrás de las orejas
como a nuestros hijos, les administramos medicación o les damos la comida.
Sabemos que no es importante el tema sobre el que verse la conversación,
sino el calor con el que nos acerquemos
para hablar. Esta dedicación crea un clima de afecto, una proximidad y calidez
que transmite una seguridad que no se reemplaza con medicamentos cuando te
encuentras aislado, solo y triste. Colocamos fotos familiares, vírgenes,
amuletos, crucifijos en los cristales, les proporcionamos objetos personales, una radio, revistas o gafas si con ello
podemos hacer la estancia más agradable
y que parezca más corta, hasta hemos celebrado sus cumpleaños con su familia en
la habitación con globos, pancartas y cantado como si fuera su primer día, su
primer año , como si hubiera vuelto a nacer. Aprendemos a leer en los labios, el lenguaje de las manos o los gestos
cuando no pueden hablar, intentamos identificar qué les provoca dolor, qué
postura les gusta más, somos capaces de colocar las almohadas de las formas más
increíbles para que se sientan cómodos, les levantamos al sillón a la hora de
la visita para que sus familiares se animen también al verlos pensando “…esto
va mejor”. Nos gusta que se sientan bien
cuando les peinamos, lavamos la cabeza,
les perfumamos y les echamos crema
hidratante… y los sábados toca manicura.
Créanme sólo
con una sonrisa, una mirada o un apretón de manos es suficiente para alegrarnos
una jornada.
Durante esos
momentos difíciles las cosas sencillas como llevar una silla a un familiar,
unos pañuelos de papel, limpiar unas lágrimas, coger una mano sin guantes o
simplemente la presencia silenciosa poseen una enorme significación para
paciente y familia. Por eso sigo allí, porque me gusta CUIDAR en el más amplio
sentido de la palabra, aunque a veces no sea FACIL .
A mi familia,
compañer@s, a mis pacientes con todo mi corazón.
Reme Nieto Carrilero
Suscribirse a:
Entradas (Atom)